En primer lugar, en muchos momentos de la vida, crecer implica dejar atrás lo conocido para enfrentarse a lo incierto. En el cuento El bagrecico, se menciona que “Después de dos días y medio de viaje por el riachuelo, el bagrecico llegó a la desembocadura de un río más grande”,( Izquierda, EL Bagrecito, 1965, p.8) una frase que, más allá de su sentido literal, refleja el paso simbólico de un entorno seguro hacia un mundo mucho más complejo. Esta travesía representa los procesos que viven muchos jóvenes al tomar la decisión de abandonar sus hogares: salir de su zona de confort en busca de nuevas oportunidades, identidad o independencia. Este tipo de decisiones no siempre son producto de la rebeldía, sino del deseo de crecer, conocer y encontrar un lugar en el mundo. Sin embargo, al igual que el bagrecico, los jóvenes enfrentan un entorno nuevo que puede estar lleno de retos y peligros. El viaje no solo es físico, sino también emocional y social. Dejar el hogar implica también exponerse a una sociedad desigual, a veces violenta, donde no siempre hay apoyo. En la realidad actual, muchos jóvenes se ven forzados a dejar sus casas por distintas razones, y aunque el impulso que los lleva a partir sea una raíz positiva, el entorno en el que llegan muchas veces los enfrenta con la soledad. Así mismo, como bien afirma Coelho: “La libertad sin dirección puede convertirse en la más dura de las prisiones” (Reflexiones de camino, Editorial Planeta, 2003, p.89). Esta reflexión profundiza y complementa perfectamente lo que atraviesa el bagrecico en su travesía. Si bien su partida está motivada por la búsqueda de libertad y aventura, el camino está lleno de retos que no había previsto. De forma similar, muchos jóvenes de hoy se ven impulsados a dejar sus hogares, ya sea por violencia, falta de comprensión o la ilusión de una vida mejor, y terminan enfrentando una realidad más hostil que aquella de la que intentaban escapar. En el cuento "El bagrecico", el pequeño pez toma la decisión de abandonar su hogar por su deseo de buscar y explorar el mar, un símbolo de libertad y aventura. No obstante, en su camino enfrenta diversos peligros que ponen en riesgo su vida, lo que se asemeja a lo que viven muchos jóvenes en la actualidad al huir de casa. Podríamos decir que la libertad, cuando no se acompaña de responsabilidad, madurez o apoyo, se llega a convertir en una trampa disfrazada. El mundo real es complejo y muchas veces hostil: redes de explotación, abuso, drogas o simplemente la soledad y el abandono pueden ser parte de ese lugar que tanto soñaban. Reflexionar sobre esto nos obliga a dejar de juzgar a los jóvenes que huyen, y en cambio preguntarnos: ¿Qué tanto los estamos escuchando? ¿Qué redes de apoyo reales existen para ellos? La libertad no debería ser un salto al vacío, sino un camino acompañado, con herramientas emocionales, educativas y sociales. Sólo así, al igual que el bagrecico, podrán regresar un día con experiencia.
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